EspecialesMes de las Madres

María Fernanda Di Giacobbe: La mamá chocolatera

Con motivo del Día de las Madres, en Intervez queremos compartir algunas entrevistas de cuatro Madres del ámbito musical, culinario y deportivo.
Ellas son unas mujeres talentosas, apasionadas, luchadoras pero sobre todo unas Madres a Todo Terreno que hoy comparten con nuestros lectores sus anécdotas de vida y experiencias en la maternidad, nos referimos a: Annaé Torrealba, María Fernanda Di Giacobbe, Mercedes Grau y Yohana Sánchez.

Podríamos decir de ella que es la Mamá chocolatera del país, con una fructífera trayectoria gastronómica familiar. Ha obtenido grandes premios internacionales que la acreditan como la mejor. En su entorno la figura materna es muy importante.


“Mi abuela Aurora, mi mamá Maruja y mi mami Consuelo. Me he convertido en la madre de mis hijos y parte de la familia también. En esa energía femenina en cada negocio, dónde hay orden, disciplina y mucho amor. “
Tiene una relación muy bella con sus hijos. Hoy en día, es muchísimo más cariñosa, que cuando sus hijos eran pequeños.

Un amor fantástico.
El primer novio que tuvo fue a la edad de 11 años, era su vecino que le llevaba serenatas a punta de cuatro. Salía con todos los muchachos de su edad de La Floresta al cine en Centro Plaza y después iban a comer mini pizza por Altamira.
En una oportunidad fue al Centro Plaza y se consiguió con una tía muy querida que tenía una tienda en ese centro comercial. Los vio agarrados de la mano, se acercó y sin ningún temor le confesó que ese era su novio. En ese momento, quedó descubierta la relación ante su familia.
“Fue un amor fantástico, lindísimo de montar bicicletas, patines, hacer un huerto, recoger gaticos y perritos. Teníamos un terreno baldío y allí un castillo de juegos, con una cancha de tenis rota, una piscina de sapos, fue una adolescencia increíble con un novio maravilloso.”


La locura más grande que hayas hecho cuando estabas embarazada.
Cuando estaba embarazada de Bernardo mi primer hijo, le pedí a mi esposo que me trajera de las Mercedes una “reina pepiada”, con dos jugos de mandarina, sin azúcar. Te imaginarás que quedaba como un globo aerostático después de esa cena. En otra oportunidad fui a echar gasolina y como me pusieron un octanaje que no era el que yo había pedido. Me quedé con mi enorme barriga parada al lado del carro hasta que me sacarán esa gasolina y me colocaran la que yo pedí. (Risas)

Alguna experiencia de tú vida como hija y madre que te pareció increíble de creer o no pensaste en experimentar.
Toda mujer sueña con casarse por la iglesia. Giacobbe no soñaba con ese momento. Quizás porque pasaba mucho tiempo entre adultos y los temas de conversación no giraban en ese sentido. Además el entorno de su hermano giraba entre amigos hippie. Ella pensaba en el amor libre y sin ataduras.
Con el pasar del tiempo decidió convivir con Bernardo, una experiencia increíble como ella misma dice, pero triste para su mamá porque no se iba a casar.
“Tuvimos un matrimonio organizado por Maruja realmente bellísimo, ni Bernardo ni yo nos ocupamos de nada porque supuestamente no creíamos en eso. Fue un matrimonio tan bello en la iglesia de Campo Alegre de día, lo disfrutamos mucho.”
Como madre lo acabo de vivir en el matrimonio de mi hijo Eduardo con Daniela. Nosotros organizamos todo y tuvieron una boda y una fiesta inolvidable, también fue de día. Todos sus amigos y toda su familia hoy, sonreímos de lo felices que son.

¿Cuántas veces te ríes en un día?
Durante el día me río muchísimo, bailo y canto, aunque no tengo voz. Eso ocurrió después del cáncer, después de convertir la rabia que siempre he tenido con los gobiernos de Venezuela en una actitud positiva. Ya que ellos (gobierno) no hacen lo que tú piensas hacer, pues haré lo que yo pienso que puedo hacer y dejar en este país. Entonces me río, cambio esa tristeza. Cuando ves un árbol absolutamente mutilado por la Alcaldía de Caracas, pues llego y siembro tres.
Me río cuando veo los jardineros de hacienda La Trinidad sembrando flores y haciendo que el mundo sea más bello y cuando veo tantas emprendedoras del chocolate queriendo hacer una tableta inolvidable, entonces me río mucho. Me he vuelto una persona muy cariñosa, muy abrazona, besona y tocona y eso me hace cada día más feliz.
Con una sonrisa en el rostro siempre se va a dormir, pero también con muchas ideas en la cabeza. Sueña con esas ideas haciéndose realidad.
“Peleo con fantasmas, sobre todo con fantasmas de amistades que no están o amistades que se volvieron enchufados. Me duele muchísimo. Entre las 3 o 4 de la mañana me levanto y cambio ese malestar por cosas creativas, dibujo, pego objetos en las paredes de mi casa, pinto, escucho música o simplemente me pongo a ver las estrellas.”

“Nací para ser mamá”
Sus ojos brillan al referirse a sus hijos. Sin titubeos dice: “Nací para ser mamá, se me hizo muy fácil criarlos. Salía con ellos a la playa sin llevar pañales son unos niños todoterreno, que podían comer pescado frito desde pequeñitos o podían comer una fruta o un mango sin necesidad de una compota.”


Ninguna madre escapa de enojarse con sus hijos, Giacobbe no es la excepción pero ese malestar pasa rápidamente.
Mis hijos me contentan muy fácil, con una sonrisa, con un ¡Mom te quiero!, con una llamada, una fotografía. No suelo estar brava con ellos y menos por mucho tiempo.
Los hijos son lo máximo. Tengo unos hijos mucho más claros de lo que yo fui en su momento, menos arriesgado. Unos troncos de muchachos, caballeros, buenos mozos, creativos, independientes. Eso me hace muy feliz.
Mi época fue la de Khalil Gibran, leíamos que tus hijos no eran tus hijos, que uno solo era el arco que impulsaba esa flecha al espacio. Creo que lo viví así. Eso hizo que nosotros tuviésemos una relación de igual a igual, de sentarnos a desayunar y decir las cosas que pensaban, que se burlarán de mí como mamá cuando me ponía brava y les pedía hacer la tarea de nuevo, porque esa me parecía que no era completa.

¿Cuál ha sido el peor error como madre, que hoy te da risa?
La cocina de la Paninoteka del Ateneo se convirtió muchas veces en el lugar de diversión de sus hijos, pelando papas o zanahorias cuando ella misma piensa que podían estar en otras actividades para niños.
“No se lo recomiendo a ningún papá, ni mamá. Muchas veces dejé solos a mis hijos. En momentos importantes porque tenía que trabajar. Siempre habían eventos y encargos. Ese trabajo era justamente para que ellos tuvieran posibilidades económicas cuando crecieran, pudieran ir a la universidad o tener una casa. Hoy, en día me dicen eres una “mamá fantástica”, la más chévere. Lástima que no compartíamos tanto como hubiéramos querido contigo.”
Una travesura que recuerdo y me da risa fue un día que fui a casa de Homer, el peluquero con mis dos hijos y mis dos sobrinos a los que adoro. Thomas mi sobrino más chiquito quiso pintarse la bandera y los otros se entusiasmaron. Uno se pintó la bandera de Italia, otro se rapo el cabello y Eduardo se lo pintó de todos colores. Gozamos un mundo.
Pero… al llegar a la casa, casi me botan, por haber desacomodado a los niños de esa manera que parecían unos payasos. Ni mi hermano Luis, ni Bernardo mi esposo estuvieron de acuerdo.
En el colegio no fue tan grave porque estudiaban en el colegio Francia, ellos eran bastantes libre con tu aspecto. Al día siguiente, Bernardo llevó a los cuatro niños para que les rasparan el coco. Después de divertirnos tanto luego la pasamos un poco mal.”

Entrevista: Atahualpa Penzo @atapenzo
Edición: Berki Altuve @termoneitos
Diagramación: María Victoria González @gonzalezmariavicky
Producción y dirección: Eduardo González @edoyanes
Redes sociales: Janeth Yanes @janeth_yanes
Concepto y contenido exclusivo de Intervez.

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