El Legado Vivo: El Sistema Reverdece la Semilla del Quinteto Contrapunto
Alfredo Tamayo
C.N.P. N° 14.535
La música venezolana resonó con alegría y profunda nostalgia este domingo, en un concierto que no sólo homenajeó el centenario del natalicio de «Domingo Mendoza», pilar fundamental del icónico «Quinteto Contrapunto», sino que también encendió la chispa de un ambicioso proyecto: revivir y expandir el legado de esta agrupación legendaria a lo largo y ancho de nuestra geografía. La sala, repleta de un público ávido, fue testigo de una evocación que promete un futuro vibrante para la música académica venezolana.
Un Viaje Musical con Memorias y Voces Frescas
La velada, bañada en un espíritu criollo y afectuoso, estuvo magistralmente conducida por el siempre jocoso «Miguel Delgado Estevez». Con una sensibilidad que transitaba entre lo testimonial y lo poético, Estevez desgranó fragmentos de un texto escrito por el propio Domingo Mendoza, cuyas palabras cobraban vida y resonancia con cada pieza interpretada por los nuevos quintetos. Fue un diálogo entre la memoria y el presente, un puente tendido entre la historia y las nuevas generaciones de músicos.
Más de treinta canciones nos llevaron en un emocionante recorrido musical por cada rincón de Venezuela: desde la vibrante Caracas hasta el místico Oriente, desde los majestuosos Andes hasta el pujante Occidente, sin olvidar los infinitos Llanos. La diversidad de nuestra tierra se hizo palpable en cada acorde.
El País en Voces: Contrapunto en Cada Estado
El concierto se convirtió en una verdadera muestra de talento regional, con quintetos provenientes de Yaracuy, Falcón, Sucre, Zulia, Táchira, Lara, Aragua, Anzoátegui, Mérida, Carabobo y Guárico. Cada agrupación, fiel a la metódica original del Quinteto Contrapunto, se integró con la clásica conformación de tres voces masculinas (un tenor, un bajo o barítono) y dos femeninas (soprano y contralto), demostrando la versatilidad y riqueza de la tradición vocal venezolana.
Entre las piezas destacadas, el Quinteto Contrapunto de Falcón nos deleitó con «La Cándida María», una tradición falconiana recopilada por Alberto Arvelo Torrealba y magistralmente arreglada por Rafael Suárez. Seguidamente, el Quinteto Contrapunto de Sucre nos transportó con el vibrante «Sebucán Margariteño». El famoso golpe larense «Amalia Rosa» de Tino Carrasco, interpretado por el Quinteto Contrapunto Zulia, levantó aplausos, mientras que el Quinteto Contrapunto de Táchira fue efusivamente ovacionado con el vals «Flor de Loto» de Juan de Dios Galaviz.

Un momento especialmente emotivo fue la interpretación de «Setoconao», una composición indígena Guarauno, a cargo de Florentino Mendoza, hijo de Domingo Mendoza, quien con esta pieza rindió un sentido tributo a la memoria de su padre en su centenario. Del insigne Luis Felipe Ramón y Rivera, se escuchó la emblemática «Brisas del Torbes», interpretada nuevamente por el Quinteto Contrapunto de Táchira, provocando una explosión de aplausos al finalizar en la sala del Centro de Acción Social por la Música.
A ello se sumó la siempre magistral presencia del Orfeón Universitario de la Universidad Central de Venezuela con el sello melódico inigualable, agrupación donde nació la carrera musical de Domingo Mendoza.
La Magia de la Conspiración Musical y un Final Emocionante
La tarde de domingo fue un vaivén de emociones, donde las lecturas del testimonio anecdótico, fresco y lleno de humor criollo de Domingo Mendoza se entrelazaban con las piezas que inmortalizaron las voces de los primeros integrantes del Quinteto Contrapunto. De manera vívida, pudimos sentir cómo Morella Muñoz, Rafael Suárez, Jesús Sevillano, Aída Navarro y el propio Mendoza se encontraron, casi por obra del universo, para ensamblar sus voces en una armonía sin igual.
El Quinteto Contrapunto no sólo proyectó masivamente la canción tradicional, folklórica y popular venezolana, sino que le otorgó un toque académico de prestancia que, aún hoy, sigue asombrando por su magistralidad y atemporalidad.

En sus reflexiones, llenas de matices, Domingo Mendoza evocaba lo que esa experiencia significó para «el esplendor de Rafael Suárez y Morella Muñoz en la sorprendida historia musical caraqueña». Para él, fue mucho más que un hito profesional; fue una conspiración del destino que dio un fruto musical que, a décadas de su nacimiento, sigue resonando con una vigencia inquebrantable.
Para un cierre memorable, el reconocido director Felipe Izcaray dirigió a 100 voces en un arreglo que Modesta Bor creara especialmente para la voz de Morella Muñoz de «La Fulia de Cumaná», dedicándose así a su memoria. Finalmente, Florentino Mendoza, en un digno cierre para la noche, dirigió «El Gabán» con el arreglo de Rafael «Fucho» Suárez, sellando una velada que dejó en el corazón de todos los presentes una profunda alegría y un renovado amor por nuestra música.