Longanimidad y solidaridad, las claves de Ricardo Adrianza para una mejor paternidad… siempre valorando la maternidad

Ricardo Adrianza autor de los libros: “Cartas a Matías” y “Cartas a Ignacio”

@rickadrianza63 / @cartas_a_matias

Mi admiración por las mujeres es descomunal. No en vano ha sido vivir una buena parte de mi vida con cuatro, mi esposa y mis tres hijas.

Ver a mi esposa plantar valores y virtudes en cada una de ellas y proveerles de ese apoyo emocional tan necesario que solo las mujeres saben maniatar a su antojo ha sido una bendición y ratifica, exponencialmente, el valor que tiene la mujer en la institución familiar.

Si bien esa condición heroica y trascendental de la acción maternal es crucial, considero que la influencia de la figura paterna es fundamental y una condición sine qua non para la formación integral de nuestros hijos y nietos.

El espeluznante incremento de problemas de salud mental en todo el mundo, exacerbado por la pandemia, impone la acción decidida de los padres para robustecer la fórmula de educación emocional tan necesaria que debe instruirse desde casa.

¡La educación en el hogar es la verdadera alma máter de nuestros hijos!

Vivimos en una sociedad chiflada y llena de desaciertos. Ante ese panorama, no hay otra opción que tomar el protagonismo que otrora era delegado casi en su totalidad a la mujer.

Soy de los que apuestan y me empeño en cambiar ese patrón; quizás con el aún recuerdo vigente de la muerte de mi madre a muy temprana edad, que nos empujó – somos cinco hermanos – a comprender que las labores del hogar son compartidas y que, si teníamos aspiración de formar un hogar en el futuro, la comunión de la pareja en las lides del manejo del hogar y la gestión emocional debía ser una tarea compartida.

Muchos pensarán que el soporte económico es el atributo estrella para ser calificado como un buen padre. Yo, muy al contrario, les digo que hoy eso no es suficiente. La arrolladora dinámica de los tiempos actuales indica otras posturas.

Si me preguntan cuáles acciones propondría como tarea obligatoria para los padres; diría, principalmente, fomentar la longanimidad en sus hijos e inocular el sentido de solidaridad, ambos, atributos necesarios para la construcción de mejores seres humanos.

La longanimidad – resiliencia sostenida en el tiempo – es la estrecha relación entre la perseverancia y la constancia de ánimo frente a los obstáculos y las adversidades. En otras palabras, es la fuerza de ánimo para superar reiteradamente situaciones de adversidad. Es indudable que el fomento de tan importante valor les permitiría a nuestros hijos y nietos afrontar el camino de la existencia con un capital emocional difícil de corromper cuando deban enfrentar los múltiples desafíos y adaptarse a situaciones complejas.

Por otro lado, apostaría por transmitir el valor de la solidaridad. Hacerlo, sería el complemento estrella para redondear una educación plena en la toma de conciencia de las necesidades ajenas y la voluntad de ayudar para cubrir esas necesidades.

En definitiva, contagiar a nuestros hijos de buenas acciones es una estrategia necesaria que debe prevalecer para impactar en las nuevas generaciones.

He tenido la fortuna de embarcarme en esa cruzada desde el primer día e intentar dejar un legado escrito de reflexiones y valores a mis nietos en mis dos libros – “Cartas a Matías” y “Cartas a Ignacio” – y de ñapa, mirar con orgullo como mis hijas imparten los mismos valores aprendidos a mis pequeños nietos.

Hoy miro desde ese pedestal que me confiere ser padre y abuelo y, concluyo, que poder presenciarlo es mi mayor regalo.

Equipo Editorial:

Berki Altuve @termoneitos

Edición General:

Atahualpa Penzo @atapenzo

Redacción:

Andrés González @andres_gonzaz

Marcos Ojeda @marcosleninprensa

Diagramación:

Eduardo González @edoyanes

María Victoria González @gonzalezmariavicky

Colaboradores: